Cuento sobre la solidaridad.
En casa de Jaime había una vez un ladrón muy escurridizo al que nadie había conseguido atrapar. Jaime había intentando por todos los medios pillar al que se comía sus cereales favoritos, pero no había hecho grandes progresos. Jaime había probado cerrando la puerta del armario con cinta adhesiva, colocando cascabeles y campanillas en el tirador e incluso colocando delante del paquete de cereales elementos pegajosos para disuadir al ladrón. Pero no había conseguido nada. Al principio, Jaime sospechaba de Manuel, su hermano mayor, pero lo había descartado hacía tiempo. Para ello se pegó a él durante 24 horas seguidas. Pero ese día también habían desaparecido los cereales. Jaime investigó durante días hasta que descubrió que el ladrón escurridizo no era otro que un pequeño ratón de campo. -¿Por qué no usas una trampa para ratones? -le dijo un día Manuel a su hermano. -No quiero hacer daño al ratón -respondió Jaime-. Solo quiero que deje de comerse mis cereales. Durante días Jai...